domingo, 25 de septiembre de 2011

Cuando la oposición es opositora al oficialismo y opositora a sí misma


Cristina sonríe. Las elecciones primarias del 14 de Agosto parecen haber dejado una sentencia inamovible tanto en la sociedad como en el ámbito político: el 23 de octubre se consagraría presidenta por otros cuatro años, sin necesidad de ir a  balotaje, y los demás candidatos tendrían que pelear entre ellos por un lejano segundo puesto que los consolide como la principal fuerza opositora.

Pero, ¿por qué sonríe Cristina? Si consideramos a las elecciones de octubre como el principal objetivo del kirchnerismo, lo único que pareciera que debe hacer es continuar con su estrategia. ¿Y la oposición? Sumida en sus propios problemas, sin alianzas ni proyectos que (hasta ahora) enamoren a la gente, los políticos opositores sólo logran llevarle tranquilidad a la Presidenta.

El gran problema de la oposición, en realidad, es que nadie sabe qué camino tomar para sumar más votos. Entonces todos empiezan a ensayar jugadas: Alfonsín anuncia que construirá una escuela por día en contraposición al “deteriorado sistema de educación”, Binner se escuda en su progresismo y acusa al Gobierno de apoyar a Menem, y Duhalde insiste en un máximo control ante un posible fraude en octubre.

Lo que ningún político de la oposición pareció entender aún es que ninguno de ellos resulta una gran preocupación para el kirchnerismo al competir individualmente. Los números son fríos, pero también claros: la diferencia entre Cristina y Alfonsín fue de 38 puntos. A Duhalde le sacó 39, y a Binner, 40. Demasiada diferencia como para no hacer una revisión y corregir el propio rumbo político.

Resulta curioso que una de las máximas críticas que realiza diariamente la oposición, además de la corrupción y de la errónea distribución de la riqueza, sea la carencia de diálogo entre Gobierno y oposición, cuando justamente diálogo es lo que falta entre Duhalde y Rodríguez Saá, dentro del peronismo, o entre Alfonsín y Binner, de quienes en algún (lejano) momento se habló para una posible fórmula presidencial.

Desde luego, cuando se habla de diálogo se habla de debate e intercambio de ideas, no de críticas, despiadadas en algunas ocasiones, meramente provocativas en otras. Ya demasiado confronta el oficialismo con ciertos medios y la oposición como para que también se agreguen al espectáculo de acusaciones y denuncias los que sueñan con arrebatarle un poquito de poder a la actual Presidenta.

Pero Duhalde no lo entiende, y sigue perdiendo tiempo y palabras en pelear con su par puntano, en vez de limar diferencias  (¿acaso no son del mismo partido?) para luchar con un enemigo común. Tampoco lo entiende Alfonsín, quien acusa a Binner de querer debilitar a la UCR y de ser afín al Gobierno, a la vez que el santafesino afirma que “el siglo XXI es del socialismo y otros partidos son del siglo pasado”.

Para Duhalde, las elecciones se definen en los últimos 15 días. Para el pueblo, al parecer, ya están definidas desde hace rato, y sólo un milagro (y no el de Altamira) puede cambiar el rumbo de los acontecimientos. Los opositores, mal aconsejados (alianza Alfonsín- De Narváez) y con ganas de pelear entre ellos, siguen haciendo las cosas mal. Por eso es que, por ahora, Cristina sonríe.

4 comentarios:

  1. Sería genial que los políticos escucharan a los jóvenes que piensan y actúen en consecuencia

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  2. Personalmente soy un poco absolutista.Creo que nos faltan años luz para notar un pequeño crecimiento como país. Pienso que nuestros políticos no salieron aún de la adolescencia.

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  3. Son excelentes las estrategias del gobierno para ubicarse en el lugar de preferidos por la mayoría, lastima que son políticas a corto plazo y que más rápida o lentamente van a generar un déficit. Por otro lado, la oposición da lástima. Sale a pelear(se) y entra en el juego que más le conviene al gobierno, mostrándose impotente.

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  4. No se trata de arrebatarle un poquito de poder a la Presidenta, se trata de pensar en el país y si lo que no gusta es la distribución de la riqueza u otras cosas, hacer las críticas con altura no buscando morbosamente los defectos del gobierno para desacreditarlo. O, como se expresa Luciana Caballero, haciendo futurología agorera (esto no es más que una expresión de deseos para ver si se gana terreno, y eso se nota mucho).

    De esa lógica hay que salir si la oposición quiere tener un status respetable.

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