El
31 de marzo de 2009, fallecía quien fuera acaso el último gran líder del
radicalismo, Raúl Alfonsín. El funeral masivo y las miles de personas que se
acercaron a dar el último adiós al ex presidente fueron la primera escena de un
movimiento que los analistas políticos no tardaron en catalogar como “el
renacimiento del radicalismo”. La película apenas empezaba, y nadie imaginaba
que su protagonista iba a ser Ricardo Alfonsín.
Como
sucede muchas veces con la muerte de los músicos (que provoca un aumento de
ventas de sus discos), el deceso del ex mandatario produjo un resurgimiento del
viejo partido político en la sociedad. El movimiento ya comenzaba a tener
forma, sólo le faltaba un líder. Y qué mejor para ese puesto que el mismísimo
hijo, físicamente similar, para encabezar el movimiento y aprovechar ese
capital político.
A
dos años de aquel “renacimiento”, la pregunta obligada es cuál es el verdadero
capital político que posee Alfonsín actualmente. ¿La respuesta? Los hechos de
los últimos meses indican que es nulo. Para
comenzar, elecciones primarias desastrosas: en el segundo puesto, con el 12 %
de los votos, un resultado que seguramente no era esperado ni siquiera por los
más pesimistas.
La
película, entonces, tomó un tinte derrotista, y empezaron las críticas. Una de
las más apuntadas, incluso dentro del radicalismo, fue la alianza con el
peronista disidente Francisco De Narváez. Y quien demostró que esta decisión
resultó errónea fue el mismo peronista, quien se reunió “por casualidad” con
Rodríguez Saá (¿se viene una futura alianza post octubre?) y declaró que “las
elecciones presidenciales están definidas”.
Para
colmo, el único triunfo resonante del radicalismo en el año fue el de Ramón
Mestre en la intendencia de Córdoba (pequeño detalle: Mestre no es
alfonsinista). Y si agregamos que poco a poco el partido radical le va quitando
el apoyo, se puede entender por qué las actuales encuestas no dan a Alfonsín en
segundo lugar, sino peleando un tercer puesto contra Duhalde, y más lejos de la
Presidente que en agosto.
Alfonsín
y el radicalismo, ante la urgencia de renovarse y empezar de cero
La
popularidad creciente que mostraba Alfonsín durante los primeros meses del año
fue uno de los factores que llevó a Sanz y a Cobos a bajarse de su candidatura,
al ver que el hijo del ex presidente tenía mejores chances, y allí fue cuando “Don
Ricardo” terminó de consolidarse definitivamente como protagonista. ¿Tienen
Sanz y Cobos su cuota de responsabilidad por el mal momento que atraviesa uno
de los partidos más antiguos de la política argentina?
Nadie asume culpas, y al mismo tiempo que,
extraoficialmente, se asegura que el balotaje es misión imposible, todos empiezan
a pensar en la pelea interna que definirá al nuevo líder del radicalismo. Alfonsín,
por su parte, no se rinde y lucha con lo que tiene, persiguiendo lo que parece
ser una quimera.
La película, cuyo final todos dicen conocer, terminará
el próximo 23 de octubre. Seguramente no es el final más esperado por Alfonsín.
Deberá elegir entre retirarse por la puerta de atrás o volver a intentarlo, y
si lo hace deberá escuchar el mensaje del electorado: si quiere ser el
protagonista de una historia que lo deje en la Casa Rosada, deberá mejorar
sus estrategias para ser algo más que “el hijo de”.
La muerte del padre fue utilizada por los medios para hacer creer que la gente quería eso que Ricardo había representado y en ese clima el hijo fue impulsado, casi como queriendo inventarlo, pero no, a poco de andar se quedó sin argumentos. Porque oponerse por oponerse es no tener visión democrática ni amar al país.
ResponderEliminarGracias por seguirme, te vendré a visitar. El mío lo tengo muy abandonado porque ando mucho por facebook.
saludos.