miércoles, 28 de septiembre de 2011

Alfonsín, a medio camino entre “el hijo de” y el político de raza


El 31 de marzo de 2009, fallecía quien fuera acaso el último gran líder del radicalismo, Raúl Alfonsín. El funeral masivo y las miles de personas que se acercaron a dar el último adiós al ex presidente fueron la primera escena de un movimiento que los analistas políticos no tardaron en catalogar como “el renacimiento del radicalismo”. La película apenas empezaba, y nadie imaginaba que su protagonista iba a ser Ricardo Alfonsín.

Como sucede muchas veces con la muerte de los músicos (que provoca un aumento de ventas de sus discos), el deceso del ex mandatario produjo un resurgimiento del viejo partido político en la sociedad. El movimiento ya comenzaba a tener forma, sólo le faltaba un líder. Y qué mejor para ese puesto que el mismísimo hijo, físicamente similar, para encabezar el movimiento y aprovechar ese capital político.

A dos años de aquel “renacimiento”, la pregunta obligada es cuál es el verdadero capital político que posee Alfonsín actualmente. ¿La respuesta? Los hechos de los últimos meses indican que es nulo. Para comenzar, elecciones primarias desastrosas: en el segundo puesto, con el 12 % de los votos, un resultado que seguramente no era esperado ni siquiera por los más pesimistas.

La película, entonces, tomó un tinte derrotista, y empezaron las críticas. Una de las más apuntadas, incluso dentro del radicalismo, fue la alianza con el peronista disidente Francisco De Narváez. Y quien demostró que esta decisión resultó errónea fue el mismo peronista, quien se reunió “por casualidad” con Rodríguez Saá (¿se viene una futura alianza post octubre?) y declaró que “las elecciones presidenciales están definidas”.

Para colmo, el único triunfo resonante del radicalismo en el año fue el de Ramón Mestre en la intendencia de Córdoba (pequeño detalle: Mestre no es alfonsinista). Y si agregamos que poco a poco el partido radical le va quitando el apoyo, se puede entender por qué las actuales encuestas no dan a Alfonsín en segundo lugar, sino peleando un tercer puesto contra Duhalde, y más lejos de la Presidente que en agosto.

Alfonsín y el radicalismo, ante la urgencia de renovarse y empezar de cero

La popularidad creciente que mostraba Alfonsín durante los primeros meses del año fue uno de los factores que llevó a Sanz y a Cobos a bajarse de su candidatura, al ver que el hijo del ex presidente tenía mejores chances, y allí fue cuando “Don Ricardo” terminó de consolidarse definitivamente como protagonista. ¿Tienen Sanz y Cobos su cuota de responsabilidad por el mal momento que atraviesa uno de los partidos más antiguos de la política argentina?

Nadie asume culpas, y al mismo tiempo que, extraoficialmente, se asegura que el balotaje es misión imposible, todos empiezan a pensar en la pelea interna que definirá al nuevo líder del radicalismo. Alfonsín, por su parte, no se rinde y lucha con lo que tiene, persiguiendo lo que parece ser una quimera.

La película, cuyo final todos dicen conocer, terminará el próximo 23 de octubre. Seguramente no es el final más esperado por Alfonsín. Deberá elegir entre retirarse por la puerta de atrás o volver a intentarlo, y si lo hace deberá escuchar el mensaje del electorado: si quiere ser el protagonista de una historia que lo deje en la Casa Rosada, deberá mejorar sus estrategias para ser algo más que “el hijo de”. 

domingo, 25 de septiembre de 2011

Cuando la oposición es opositora al oficialismo y opositora a sí misma


Cristina sonríe. Las elecciones primarias del 14 de Agosto parecen haber dejado una sentencia inamovible tanto en la sociedad como en el ámbito político: el 23 de octubre se consagraría presidenta por otros cuatro años, sin necesidad de ir a  balotaje, y los demás candidatos tendrían que pelear entre ellos por un lejano segundo puesto que los consolide como la principal fuerza opositora.

Pero, ¿por qué sonríe Cristina? Si consideramos a las elecciones de octubre como el principal objetivo del kirchnerismo, lo único que pareciera que debe hacer es continuar con su estrategia. ¿Y la oposición? Sumida en sus propios problemas, sin alianzas ni proyectos que (hasta ahora) enamoren a la gente, los políticos opositores sólo logran llevarle tranquilidad a la Presidenta.

El gran problema de la oposición, en realidad, es que nadie sabe qué camino tomar para sumar más votos. Entonces todos empiezan a ensayar jugadas: Alfonsín anuncia que construirá una escuela por día en contraposición al “deteriorado sistema de educación”, Binner se escuda en su progresismo y acusa al Gobierno de apoyar a Menem, y Duhalde insiste en un máximo control ante un posible fraude en octubre.

Lo que ningún político de la oposición pareció entender aún es que ninguno de ellos resulta una gran preocupación para el kirchnerismo al competir individualmente. Los números son fríos, pero también claros: la diferencia entre Cristina y Alfonsín fue de 38 puntos. A Duhalde le sacó 39, y a Binner, 40. Demasiada diferencia como para no hacer una revisión y corregir el propio rumbo político.

Resulta curioso que una de las máximas críticas que realiza diariamente la oposición, además de la corrupción y de la errónea distribución de la riqueza, sea la carencia de diálogo entre Gobierno y oposición, cuando justamente diálogo es lo que falta entre Duhalde y Rodríguez Saá, dentro del peronismo, o entre Alfonsín y Binner, de quienes en algún (lejano) momento se habló para una posible fórmula presidencial.

Desde luego, cuando se habla de diálogo se habla de debate e intercambio de ideas, no de críticas, despiadadas en algunas ocasiones, meramente provocativas en otras. Ya demasiado confronta el oficialismo con ciertos medios y la oposición como para que también se agreguen al espectáculo de acusaciones y denuncias los que sueñan con arrebatarle un poquito de poder a la actual Presidenta.

Pero Duhalde no lo entiende, y sigue perdiendo tiempo y palabras en pelear con su par puntano, en vez de limar diferencias  (¿acaso no son del mismo partido?) para luchar con un enemigo común. Tampoco lo entiende Alfonsín, quien acusa a Binner de querer debilitar a la UCR y de ser afín al Gobierno, a la vez que el santafesino afirma que “el siglo XXI es del socialismo y otros partidos son del siglo pasado”.

Para Duhalde, las elecciones se definen en los últimos 15 días. Para el pueblo, al parecer, ya están definidas desde hace rato, y sólo un milagro (y no el de Altamira) puede cambiar el rumbo de los acontecimientos. Los opositores, mal aconsejados (alianza Alfonsín- De Narváez) y con ganas de pelear entre ellos, siguen haciendo las cosas mal. Por eso es que, por ahora, Cristina sonríe.